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LITERARIA

VIDA Y OBRA DE ARGUEDAS

Arguedas nació en Andahualas el 18 de enero de 191, escritor y etnologo renovador de la
literatura de inspiración indigenista y uno de los más destacados
narradores peruanos del siglo XX.

Sus padres fueron
el abogado cuzqueño Víctor Manuel Arguedas Arellano, que se desempeñaba
como juez en diversos pueblos de la región, y Victoria Altamirano
Navarro. En 1917 su padre se casó en segundas nupcias (la madre había
muerto tres años antes), y la familia se trasladó al pueblo de Puquio y
luego a San Juan de Lucanas. Al poco tiempo el padre fue cesado como
juez por razones políticas y hubo de trabajar como abogado itinerante,
dejando a su hijo al cuidado de la madrastra y el hijo de ésta, quienes
le daban tratamiento de sirviente.

En 1921 se escapó
con su hermano Arístides de la opresión del hermanastro. Se refugiaron
en la hacienda Viseca, donde vivieron dos años en contacto con los
indios, hablando su idioma y aprendiendo sus costumbres, hasta que en
1923 los recogió su padre, quien los llevó en peregrinaje por diversos
pueblos y ciudades de la sierra, para finalmente establecerse en
Abancay.

Después de realizar sus estudios
secundarios en Ica, Huancayo y Lima, ingresó en 1931 a la Facultad de
Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima para
estudiar Literatura. Entre 1932 y 1937 trabajó como auxiliar de la
Administración Central de Correos de Lima, pero perdió el puesto al ser
apresado por participar en una manifestación estudiantil a favor de la
República Española.

Después de permanecer alrededor
de un año en la prisión El Sexto, fue nombrado profesor de castellano y
geografía en Sicuani, en el departamento de Cuzco, cargo en que
descubrió su vocación de etnólogo. En octubre de 1941 fue agregado al
Ministerio de Educación para colaborar en la reforma de los planes de
estudios secundarios. Tras representar al profesorado peruano en el
Congreso Indigenista Interamericano de Patzcuaro (1942), reasumió su
labor de profesor de castellano en los colegios nacionales Alfonso
Ugarte, Nuestra Señora de Guadalupe y Mariano Melgar de Lima, hasta que
en 1949 fue cesado por considerársele comunista.

En
marzo de 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore en el
Ministerio de Educación, para posteriormente ser promovido a Jefe de la
Sección Folklore, Bellas Artes y Despacho del mismo ministerio
(1950-52). En 1953 fue nombrado Jefe del Instituto de Estudios
Etnológicos del Museo de la Cultura Peruana, y el mismo año comenzó a
publicar la revista Folklore Americano (órgano del Comité Interamericano
de Folklore, del que era secretario), la cual dirigió durante diez
años.

A este cargo sucedieron el de director de la
Casa de la Cultura del Perú (1963-1964) y director del Museo Nacional de
Historia (1964-1966), desde los cuales editaría las revistas Cultura y
Pueblo e Historia y Cultura. También fue profesor de etnología y quechua
en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones (1950-53), catedrático
del Departamento de Etnología de la Universidad de San Marcos (1958-68),
y profesor en la Universidad Nacional Agraria de la Molina desde 1964
hasta su muerte, ocurrida a consecuencia de un balazo que se disparó en
la sien y que ocasionaría su fallecimiento cuatro días después. Fue
galardonado con el Premio Fomento a la Cultura en las áreas de Ciencias
Sociales (1958) y Literatura (1959, 1962) y con el Premio Inca Garcilaso
de la Vega (1968).

La obra de José María Arguedas

La
producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende,
además de obras de ficción, trabajos, ensayos y artículos sobre el
idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación
popular, entre otros aspectos de la cultura peruana. La circunstancia
especial de haberse educado dentro de dos tradiciones culturales, la
occidental y la indígena, unido a una delicada sensibilidad, le
permitieron comprender y describir como ningún otro intelectual peruano
la compleja realidad del indio nativo, con la que se identificó de una
manera desgarradora.

Por otro lado, en Arguedas la
labor del literato y la del etnólogo no están nunca totalmente
disociadas, e incluso en sus estudios más académicos encontramos el
mismo lenguaje lírico que en sus narraciones. Y aunque no era diestro en
el manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada
especialmente en las descripciones) supo comunicar con gran intensidad
la esencia de la cultura y el paisaje andinos.

Arguedas
vivió un conflicto profundo entre su amor a la cultura indígena, que
deseaba se mantuviera en un estado "puro", y su deseo de redimir al
indio de sus condiciones económicas y sociales. Se puede decir que la
añoranza a las formas tradicionales de la vida andina hizo que postulara
un estatismo social, en abierta contradicción con su adhesión al
socialismo.

Su obra revela el profundo amor del
escritor por la cultura andina peruana, a la que debió su más temprana
formación, y representa, sin duda, la cumbre del indigenismo peruano.
Dos circunstancias ayudan a explicar la estrecha relación de Arguedas
con el mundo campesino. En primer término, que naciera en una zona de
los Andes que no tenía mayor roce con estratos occidentalizados; en
segundo lugar, que a la muerte de su madre, su madrastra lo obligara a
permanecer entre los indios. De esa manera asimiló la lengua quechua, y
lo mismo sucedió con las costumbres y los valores éticos y culturales
del poblador andino.

Esta precoz experiencia, vivida
primero y simbolizada en su escritura por la oposición indios/señores,
se vería más tarde reforzada con los estudios antropológicos. Como
resultado de esta trama, la vida de Arguedas transcurrió entre dos
mundos no sólo distintos, sino además en contienda. De allí surgió su
voraz voluntad de interpretar la realidad peruana, la permanente
corrección de sus ideas sobre el país y la definición de su obra como la
búsqueda de una imagen válida de éste.

Ya desde sus
primeros relatos se advierte la problemática que terminaría por
presidir toda su escritura: la vida, los azares y los sufrimientos de
los indios en las haciendas y aldeas de la sierra del Perú. Allí también
se presenta esa escisión esencial de dos grupos, señores e indios, que
será una constante en su obra narrativa. El espacio en que se
desarrollan sus relatos es limitado, lo que permite a esta oposición
social y cultural mostrarse en sus aspectos más dramáticos y dolorosos.
Ya el derrotero de Arguedas está trazado; aunque en su fuero interno
vive intensamente la ambigüedad de pertenecer a dos mundos, su actitud
literaria es muy clara, en la medida en que determina una adhesión sin
atenuantes al universo de los indígenas, generando dos cauces de
expresión que se convertirán en sendos rasgos de estilo: la
representación épica y la introspección lírica.

Su primer libro reúne tres cuentos con el título de Agua
(1935), que describen aspectos de la vida en una aldea de los Andes
peruanos. En estos relatos se advierte el primer problema al que se tuvo
que enfrentar en su narrativa, que es el de encontrar un lenguaje que
permitiera que sus personajes indígenas (monolingües quechuas) se
pudieran expresar en idioma español sin que sonara falso. Ello se
resolvería de manera adecuada con el empleo de un "lenguaje inventado":
sobre una base léxica fundamentalmente española, injerta el ritmo
sintáctico del quechua.

En Agua los conflictos
sociales y culturales del mundo andino se observan a través de los ojos
de un niño. El mundo indígena aparece como depositario de valores de
solidaridad y ternura, en oposición a la violencia del mundo de los
blancos.

En Yawar fiesta, de 1941, Arguedas
plantea un problema de desposesión de tierras que sufren los habitantes
de una comunidad. Con esta obra el autor cambia algunas de las reglas de
juego de la novela indigenista, al subrayar la dignidad del nativo que
ha sabido preservar sus tradiciones a pesar del desprecio de los
sectores de poder. Este aspecto triunfal es, de por sí, inusual dentro
del canon indigenista, y da la posibilidad de entender el mundo andino
como un cuerpo unitario, regido por sus propias leyes, enfrentado al
modelo occidentalizado imperante en la costa del Perú.

En Los ríos profundos,
de 1958, propone la dimensión autobiográfica como clave interpretativa.
En esta obra se nos muestra la formación de su protagonista, Ernesto
(que recobra el nombre del niño protagonista de algunos de los relatos
de Agua), a través de una serie de pruebas decisivas. Su
encuentro con la ciudad de Cuzco, la vida en un colegio, su
participación en la revuelta de las mujeres indígenas por la sal y el
descubrimiento angustioso del sexo son algunas de las etapas a través de
las cuales Ernesto define su visión del mundo. El mundo de los indios
asume cada vez más connotaciones míticas, erigiéndose como un antídoto
contra la brutalidad que tienen las relaciones humanas entre los
blancos.

La novela siguiente, El Sexto,
publicada en 1961, representa un paréntesis con respecto al ciclo
andino. "El Sexto" es el nombre de la prisión de Lima donde el escritor
fue encarcelado en 1937-1938 por la dictadura de Benavides. El infierno
carcelario es también una metáfora de la violencia que domina toda la
sociedad peruana.

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