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LITERARIA

ABREVADEROS DE LLUVIA

ABREVADEROS DE LLUVIA Apaciguada la vida, entre las rocas que las alturas moqueguanas escondían, se soltaron y en aforos de fecunda buenaventura, ellas surgían al encanto y esplendor que en majestuosos paisaje se esparcían. El agua encantada que del cielo caía, en cada brote nuevo su magia de vida acaecía, fortaleciendo cada espacio que mostraba esparcida el encanto de la dulce vida. El transporte agolpado ante la neblina circulaba por la serpenteante binacional y entre manantiales y arroyuelos esporádicos la carretera se entregaba y vestía de verdor en sus contornos con aires de praderas inglesas, adornadas por difuminaciones de coloridas flores y rosas silvestres que pintaban el paisaje andino con celosos guardianes de cactus hermosamente diseñados por la naturaleza: teniendo como corolario el vuelo álgido de mariposas pequeñas, verdes saltamontes montaraces, con épicas mariquitas naranjas y mordiendo pequeños tallos unas insignificantes pero vitales alimañas corrian entre tallos y raices, espolones y hongos bravíos se arrastraban pegados ala tierra; y en bifurcantes  vuelos pequeñas aves serranas revoloteaban arrancando vida de este paisaje, para alimentarse profusamente.

El espectáculo ante mis ojos era solo una parte de lo que una voraz llovizna en millones de segundos y decenas de horas habían logrado levantar en las partes bajas de las escarpadas quebradas, que regadas por cientos de sinuosos y bellos pontones llenos de vida y las rocas más duras se habían lavado y mostraban su carismático rostro geológico, los campos vestidos de colores, donde predominaba el verde como alegoría donde cientos de nuevos visitantes con cientas de extrañas formas vegetales se enervaban a lo alto, coronados por estelas  de mantos freaticos expresados en niebla pura, coqueteaban entre ellos y acolmataban el panorama tan excitante a la vista del extraño que sindicaban entre lo extremadamanete bello lo visualizado..

La sinuosa vía binacional e interoceánica se veía como serpentescos trazos dibujados entre los escarpados y agrestes parajes andinos que por las pampas de Cuellar semejaban un río de greda y asfalto recorriendola toda, que circundaban los semiáridos pampones y luego las pendientes de los enrocados cerros yermos que la limitaban,
y que parecían retornar a la vida, por la transformación radical que se apreciaba, entre los cactus a manera de postes surgían arbustaos y cactaceas como despertando de un letargo, menuda hierva pintaba las tierras grises y pequeñas rosillas se esparcian entre los corales de verdor que renacían, las rocas y pedruzcas formas se poblaban de musgos verdes en diversas tonalidades que superpoblaban los roquedales, el agua acolmatada en charcos de todos los tamaños eran fuente que calamaba la sed de la tierra que lo contenía y el ichu perpetuo poblador regado por el paisaje se vestía de fiesta al mostrar sus mejores apariencias y los visitantes más antiguos pastaban en su linderos el alimento bendito que alli se esta produciendo. 

Bastará cronometar el tiempo para que la plenitud de la naturaleza se muestre en su esplendor máximo y los andes  moqueguanos emulen el paraíso de la sabia madre tierra, este paraje convertirá en una frugal huerta silvestre del paraíso que todos los contemplantes disfrutarán, deleitará a cientos de aimaras y quechuas, y el
hispanohablante y demás humanos que por esta ruta circulen, al maravillarse de lo que la naturaleza puede accionar y transformar, yaretas, musgos e ichus, regados por pozos de agua o por riachuelos, florecerán paulatinamente, y con los cerros pintados puramente por copos y capas de nieve completarán el inenarrable paisaje.

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